Todos
padecimos en mayor o menor medida el trágico temporal, tornado o tormenta
fuerte, o como los meteorólogos se pongan de acuerdo en llamarlo, del pasado 4
de abril. Así que no me detendré en la cantidad de daños e inconvenientes que
el mismo dejó, e iré directamente a contarles lo que personalmente viví, para
que entiendan el significado de este título.
Luego
de varias horas y días sin servicio eléctrico (vivo cerca del centro de Morón)
los ánimos de mi hogar habían decaído, junto con la nueva adaptación horaria,
la putrefacción de los alimentos, el peligro de la inseguridad y otras
incomodidades propias de la situación. Lo único que podía hacer aparte de
esperar, era por la noche escuchar radio, único medio que me conectaba con lo
que sucedía más allá de mi barrio. Y ahí fue que justo escuche una entrevista
que le estaban realizando al intendente de Morón, Lucas Ghi, en donde aseguraba
que se estaba trabajando para limpiar las calles y las veredas de los resabios
del temporal; para que Edenor se encargase de restituir la energía en las
próximas horas.
Además,
comento al pasar, que estaba desde el día de la tormenta en el centro de
emergencias de la avenida Irigoyen. Da la casualidad que vivo muy cerca de
allí, así que el viernes 6 por la mañana me dirigí al lugar para encontrar
algunas respuestas y si era posible al intendente en persona, para trasladarle
la preocupación de lo que sucedía en mi barrio (más de treinta manzanas sin
luz). El jefe comunal no se encontraba pero si pude hablar con un conocido,
funcionario del municipio, que me confirmo que se estaba trabajando contra
reloj y que seguramente en el día volvería la luz (cosa que no ocurrió). Al
otro día, sábado 7, por la tarde me entero que un grupo de vecinos se habían
autoconvocado para cortar el tránsito, más precisamente una de las manos del
puente que cruza las vías del ferrocarril, en forma de protesta al igual de lo
que había ocurrido en otros lugares. Un fervor juvenil recorrió mis venas. Me
acordé del concepto de ciudadanía activa que explico a mis alumnos en las
clases del colegio, y sumado al malestar por la situación (iban tres días sin
suministro y sin respuestas) que estábamos viviendo, agotada mi paciencia me
dirigí al lugar de la protesta.
Al
llegar pude observar a no más de 30 personas, mujeres, niños y hombres, que
efectivamente realizaban el corte y protestaban pacíficamente. Debo aclarar que
no estoy del todo de acuerdo con esta forma de reclamo, ya que también genera
complicaciones para los demás. Pero lo que me condujo a efectuarla fueron
varias razones. A saber: ejercer mi derecho de protestar y exigir a las
autoridades que actúen. El corte no afectaba demasiado el tráfico, pero lo que
me gustó fueque fuimos escuchados. Luego de 40 o 50 minutos de manifestación
llegó el persona, de defensa civil, municipal y hasta el mismísimo comisario.
Todos de muy buen modo nos pidieron que levantemos el corte, prometiéndonos que
en las próximas horas volvería la luz al barrio. Improvisamos una mini-asamblea
entre los manifestantes para analizar el curso de la acción y decidimos aceptar
lo solicitado, pero sin antes irnos con la promesa de que si la situación al
otro día continuaba, nos volveríamos a encontrar a la misma hora para reanudar
la protesta de igual forma. De manera que levantamos el corte y cada vecino se
fue para la casa.
Por
suerte, gracias a Dios, a la una de la madrugada del domingo 8 volvió el
suministro eléctrico junto con la felicidad a mi familia. Pero lo más
emocionante de todo este relato queridos lectores, es que al igual que los
vecinos de aquel 25 de mayo de 1810 o los obreros del 17 de octubre de 1945 en
la Plaza de Mayo, me sentí aunque sea por unos minutos PROTAGONISTA DE LA
HISTORIA.
Eduardo
Baiguera